Lo que, como
mensaje, quiso dejar Orwell en su obra fue que los totalitarismos siempre van a
ser negativos. Destruyen a las sociedades que lo albergan. En este caso, él
toma el fascismo, pero pudo haber sido el nazismo, el comunismo, algún
fundamentalismo islámico, en fin. Abraham Lincoln, el presidente estadounidense,
dijo que si quieres conocer a un hombre, dale poder. Pues, en el caso de
Stalin, se transformó ser capaz de, según dicen algunos cronistas, de matar a
su propia mujer. No le tembló la mano para abusar de seres desvalidos. La
escena (spoiler) en que el caballo Boxer (quien representa al campesinado ruso)
cae extenuado por la vejez y el cansancio, es llevado a un matadero para que
(esto lo inferimos) sea asesinado y sus restos sirvan de algún provecho habla
por sí sola del alma de Napoleón –Stalin-. Este trato insensible hace notar que
Rusia sufrió cosas espantosas durante años. En este caso, el libro, también es
una denuncia que se hace sobre la poca importancia que se le da a la educación.
Otra vez, Boxer, quien deseaba jubilarse
para terminar de aprender el abecedario, es ignorado en su deseo. Confabulan en
este mundillo, personajes serviles como el cuervo Moses, quien representa a la
iglesia y les habla a los campesinos de un mundo mejor más allá de este. El
cerdo Squealer, lugarteniente de Napoleón, quien representa al ministro de
propaganda, quien es el encargado de llevar las malas noticias, el encargado de
explicarlas, y, a través de ello, convencer al pueblo de que lo que Napoleón
(Stalin) ha decidido es lo mejor.
Una de las
secuencias más desgarradoras se desarrolla en el final de la historia, cuando
Napoleón infringe sus propias reglas. Lo que sucede es que las medidas que se
toman solo sirven de pantalla para tratar de crear la burbuja de un mundo
mejor. Leyes como ningún animal matará a otro, una vez que empiezan los
asesinatos masivos, es reemplazada por ningún animal matará a otro sin motivo, lo que permite justificar hechos
crueles cometidos por Stalin. Lo que buscaba la revolución era generar una
identidad en los animales a partir de su sufrimiento común. Lo que empezó como
una lucha por liberarse de la opresión y los abusos de los seres humanos, se
transformó en algo peor. El resultado de su propia lucha fue transformada en un
suplicio que el pueblo tuvo que pagar. La promesa de ser diferentes a sus
antiguos opresores solo fue la excusa que le permitió a la clase dirigencial
hacerse de una fuerza enorme que les facilitó la conquista del poder. Pero todo
fue mentira. Esto se comprueba al final, cuando muchos de los personajes que
representan al pueblo, deciden espiar a la cúpula de poder. Se quedan
sorprendidos a comprobar que no había diferencia entre los humanos y los
cerdos.
George Orwell,
con esta obra, logró entregarle a las personas, un material que les permitiría reflexionar
sobre la importancia de aprender a tomar decisiones en torno a situaciones que
implican de manera explícita el abuso y la crueldad. El libro cierra con la
sorpresa de los personajes oprimidos que, resignados, solo atinan a quedarse allí, mirando y sin
tomar decisiones.
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