La película La maestra de
Kinder, dirigida por Sara Colangelo (2018), narra la vida de Lisa Spinelly,
una profesora frustrada, quien lleva una vida sencilla y algo rutinaria. Todo
cambia cuando descubre, por casualidad, que uno de sus alumnos, Jimmy Roy, a sus cortos cinco años, es un
genio para la poesía. El largometraje fue estrenado en el Festival de Cine
de Sundance, USA, el 19 de enero del 2018. Colangelo logró hacerse con el
trofeo a la mejor dirección. La obra estuvo nominada como mejor drama. Lo
curioso es que no es de corte original pues es un remake de una película
homónima de origen franco israelí, dirigida por Nadav Lapid, estrenada en el 2014. Ambas son similares con una
variante en la perspectiva del protagonista. En el trabajo de Lapid, se cuenta
la historia desde la mirada del niño, en cambio desde la de Colangelo, se asume
la postura de la profesora.
Lisa tiene un hogar en el que
no siente que ha logrado que sus sueños se hayan hecho realidad. Su esposo no valora sus ideas: no la motiva
a dar todo de sí. Sus hijos no desean esforzarse: viven conformistas.
Asiste a un taller de poesía para relajarse y sentir que puede alcanzar sus
sueños, pero los trabajos que presenta, si no son mediocres, no alcanzan el
nivel de calidad que se desea para diferenciarse de los demás.
Muchos de nosotros, llevados por ansias de sentir que nuestra vida
vale la pena, nos aferramos a una idea. Ser consciente de que no eres la
persona que te gustaría ser, puede llevarte a la mayor frustración que puedas
imaginar. Cuando esto pasa, buscamos
aferrarnos a algo o a alguien que le dé sentido a nuestra vida. Ese
elemento detonador en la vida de Lisa llega con Jimmy, un niño de cinco años,
quien tiene un enorme talento para construir poemas. El problema se desarrolla
porque, a pesar del deseo de Lisa, ni la familia ni las personas que rodean esto,
desean ayudar para que Jimmy alcance su máximo potencial. La frustración en la maestra se hace mayor porque es el
mismo padre quien le pone trabas. En la vida real pasa que ese problema lo
desatamos con nuestros amigos o con nuestros hijos. Nos empecinamos en que las
cosas deben ser a nuestra manera. Los límites que, naturalmente, deben
marcarse, como los que ordenan la ética, son destruidos. Muchos de nosotros,
quienes no hemos llegado a ser lo que deseamos, queremos vivir a través de
nuestros hijos; corregimos, muchas veces, de mala manera, sus errores porque no
siguen el camino que creemos que es el adecuado. ¿Es correcto esto? ¿Cómo sabemos que no estamos invadiendo la
libertad que debe tener uno de tomar sus decisiones? O si no hacemos nada,
¿cómo saber que los objetivos que debería alcanzar, serán alcanzados? ¿Y si no
corregimos los errores de los demás, y el talento se pierde para siempre como
ha sucedido en tantas personas? ¿Cómo saber cuáles son los límites? ¿Cómo saber
cuál cruzar? ¿Cuándo cruzarlos?
Una película como esta nos
deja muchas preguntas. El
dilema ético puede ser un ejercicio muy importante para la construcción de un
ciudadano responsable y respetuoso. Tal vez por eso, Sara Colangelo decidió hacer
un remake de una película solo cuatro años después de su estreno. Tal vez,
cambiar la perspectiva del personaje central ayuda a comprender que un ser
humano es un mundo lleno de conflictos que frente a una decisión, toma todo el
contexto que posee para orientar los pasos que seguirá, a pesar de que no sean
las decisiones más adecuadas.
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