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lunes, 3 de enero de 2011

Campo de refugiados de Dakar Senegal

Me sucedió hace poco.
Recibí un curioso correo de una hermosa morena en donde me contaba que había nacido en Sudán y que en su país se había producido un levantamiento de rebeldes que querían tomar el poder. Confesaré que no sólo me dijo esas cosas, también que le gustó mi perfil y, además, (indirectamente) me dejaba ver que podíamos empezar alguna relación. Bueno, tampoco soy de piedra, y me quedé pensando seriamente en separame de mi Adelita por aquella despanpanante morena que tenía fuego en la mirada. Respondí con mucho cuidado a Ruth, así decía llamarse esta seudo refugiada.
Al día siguiente recibí otra foto, esta mejor que la anterior, y decidí empezar los tramites de divorcio. Adela había sido una buena mujer y me había dado una hermosa hija pero en las cosas del corazón no se mandan asi que vi la forma de decírselo de la mejor manera. Ella merecía esa consideración.
Ah, en ese mismo segundo correo Ruthita, como cariñosamente la llamaba, me dijo que sus padres murieron asesinados por los rebeldes y que su padre, antes de morir, le transfirió a su cuenta la no despreciable suma de 3.500.000 de dólares y que deseaba que yo abra una cuenta para manejar ese dinero.
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Adela. Adelita. Lo nuestro fue maravillo, pero mi corazón ya no te pertenecía. Lo siento. Encontrarás a otro hombre que te merezca más que yo. No te preocupes por mi Marghiorie, mi bebé, yo me haré cargo de ella. No le faltará nada y podrás visitarla cuando quieras.
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Ruthita me decía que deseaba venir al Perú y hacer una vida juntos. Era lo que yo más deseaba. era amor... puro amor.

Me preocupe por su situación y le escribí en cada momento. La extrañaba. Deseaba tocar su moreno rostro, felices, dándonos la gran vida. Sus padres deberían estar en el cielo.
Me respondió diciendome que nunca nos separaríamos y me agradecía por el valor que le infundía. Éramos el uno para el otro. Le envíe un número de cuenta para ayudarla, como ella me pedía. Me envió un mensaje donde me decía que necesitaba que la llame. Pero antes me envió otro correo donde me daba una cuenta de banco, un número de teléfono y el correo electrónico del gerente.
Era el banco británico cuyo gerente se llamaba Pedro Arenas.


mmmmmmmmmm
Entonces dije qué raro, África, banco inglés y gerente latino.
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Adelita lloraba, sufría mientras yo no contestaba sus llamadas. Le escribí un mensaje donde le explicaba que no deseaba que me busqué.
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No le dije nada a Ruthita sobre lo curioso de la triple causlidad porque no quería importunarla. Ya suficiente tenía con sus problemas y no quería causarle más dilemas.
Sentado en la cafetería del colegio, ilusionado por lo que me estaba sucediendo con Ruthita y algo apesadumbrado por mi Adelita, ella había sido mi mujer por muchos años y, bueno, hubiese dado lo que sea para que no pase por eso. Bueno, nada.
Recordaba todos aquellos momento por los que pasamos. Cuando Marghiorie nació, gracias a que estabamos en Chile, me permitieron ingesar al parto y presenciar aquel instante de luz. La vida detro de la vida misma. Tu rostro lleno de fuerza y coraje, trayendo al  mundo lo que pensé que haría que jamás nos separemos. Llena de vida y dando vida unidos los tres en esos esfuerzos que realizabas.
Cómo pude haberte hecho todo eso.
Cobarde.
Cogí el celular y tu voz se notaba entrecortada, casi vidriosa. Triste como si el mundo se fuera en ese instante. Te dije Hola. Casi llorando me dijiste que no querías hablar conmigo pero de tal modo que comprendí que lo deseabas tanto como yo. Silencio. Suspiré. No sabía por donde empezar. Te lastimé. Te hice llorar cuando le prometí a Marghiorie que no lo haría jamás.
Cobarde.
Discúlpame. Te amo. No sé lo que me pasó. Sé que te ha lastimado y que no merezco tu perdón pero tenía que decirítelo. Fui un tonto.
Silencio.
Sentí un leve, casi imperceptible suspiro. No lo oí. Lo sentí.
A veces hay cosas que van más allá de los sentidos. La complicidad que experimentan dos personas que se han amado y que han quedado unidos en un instante mágico donde tres almas se encontraron.
--¿Te vas a ir a vivir a África?
--Solo sin vas conmigo.
--Y esa negra!!!!
--Hay que ayudarla. Los dos. Luego ella verá lo que hace.
--No- dijo mientras caía una lágrima por su rostro.
--La está pasando mal y necesita nuestra ayuda. Vamos, no seas así.
--¿¿Tú me amas??
--Síp.
--Bueno, pero que conste que yo no quiero.
Me empecé a reír mientras le pedía que vanga al colegio para tomar un café y llevarla a pasear.

Cecilia era una profesora a la que conocía hace poco. Bordeaba los cuarenta años. Cabellos de blondo tinte. Siempre cogidos con un carmín, formando la típica cola de caballo, que jamás había cambiado. Alta para ser peruana. Sonrisa algo tímida, pero de corazón muy noble. Siempre decía que se iba casar con su novio. Yo le decía que lo haga pronto por que el tren no espera eternamente. Le explicaba que la tercera función biológica que tenemos los seres vivos en general era reproducirnos y que ella estaba fallándole a la naturaleza. Me encontró sentado, solo, en mi típica silla del rincón izquierdo del salón de la cafetería. Se me acercó y me dijo si podía acompañarme. Le dije que esperaba a Adela pero que me encantaría su presencia. Me preguntó si me había enterado del nuevo tipo de estaba que estaba circulando por la internet. Quedé sorprendido pues sabía que existían muchos tipos de estaba pero que me parecía algo difícil que se pueda estafar por esa vía.
--Los peruanos-dije, algo resignado- inventan cada cosa.
--No, profe, esta vez no hemos sido nosotros, parece que ya no somos la vanguardia de las actividades dolosas-sonrió condescendiente, mientras me miraba tratando de decirme que los peruanos también somos personas de esfuerzo.
--¿A qué se refiere, profa?
Siempre sonreía cuando la llamaba así.
--Te envía un correo, una chica, morena, hermosa, donde te dice que se encuentra en un campo de refugiados del África y que la pasan muy mal, que se han enamorado de usted y que a sus padres los han matado y que es heredera de una cuantiosa fortuna. Los estúpidos caen redonditos en esa tontera.
--Imagino que esos estupidos se la creen y, tal vez, hasta se separan de sus parejas-sonreía algo colorado mientras sentía que pequeñas gotas de sudor se exteriorizaban por mi frente-
--Ay, es que hay cada incauto. Luego las chicas les piden dinero diciéndoles que lo necesitan para pagarles al abogado y para los trámites de la transacción. ¿Quién creería eso? Solo un ignorante al que se le cae la baba-una carcajada burlona llenaba los ambiente del gran salón mientras los colegas voltearon a mirarnos. Siempre que nos juntábamos ella se manifestaba calmada pero por algún motivo esta vez parecía empecinada en echarme en cara que había cometido un error que cualquier persona en su cinco sentidos no cometería.
Adela cruzaba la puerte en ese instante. Salí a su encuentro mientras me despedía de la profesora Cecilia y me secaba el dilubio de sudor que me recorría la frente. Aliviado le dije a Adela que sentía lo que había sucedido y no pensaba hacer nada para ayudar a Ruth pues pensaba que así como me había encontrado a mí, encontraría a otra persona. Ella me sonrió mientras me abrazaba del cuello y me decía que me amaba más que a nada en el mundo.
Luego me preguntó si estaba dispuesto a dejar también todo ese dinero que ella me ofrecía. Le dije que todo ese dinero no valía uno solo de sus besos.
uuffffff.